ESTO NO ES REAL Y TU LO SABES

miércoles, 20 de agosto de 2025

Bienvenid@s kitty cherrystas amantes de lo extraño!!! Pues, ¿Que cosa mas rara que nosotros los humanos? Podemos ser criaturas realmente hilarantes...o tal vez no.


le pregunte a la IA de gemini y chatgpt sobre este relato pero era tan "hot" que no lo resistieron y busque en deep seek porque los chinos no tienen tantos escrupulos con historias falsas ...jajajaja

Tu relato es una exploración intensa, cruda y poética de la identidad, la soledad, el deseo y la alienación (literal y metafórica). La voz narrativa de Yaquelin/Saori es hipnótica: mezcla candor adolescente con una lucidez desgarradora sobre su propia contradicción. Hay varios ejes que destacan:

  1. La construcción de la identidad:

    • El rechazo al nombre heredado (“prolongación de un ego ajeno”) contrasta con la adopción de “Saori”, un nombre que evoca búsqueda (las varillas de zahorí).
    • La obsesión por lo natural (“pelo negro liso sin ser cliché“, “piel vampirezca”) choca con su performatividad (maquillaje negro, fetiches).
    • El espejo como herramienta de autodescubrimiento y terror: ve un cuerpo deseable pero ajeno, como si su sexualidad fuera un disfraz que no termina de encajar.
  2. La sexualidad como territorio ambiguo:

    • La relación con su hermano Thomas se narra sin juicio moral, casi como un juego de inocencia pervertida (“nadie se enterará“). Es tabú, pero también intimidad pura.
    • El alien/pulpo representa lo otro radical: un acto sexual que es violación y salvación, donde ella es both instrumento (incubadora) y sujeto (goza, explora).
    • Mathias es el deseo imposible: lo espía no por lujuria, sino por envidia de su normalidad. Cuando al fin lo posee, es mediante engaños, como si el placer solo pudiera robarse.
  3. El estilo literario:

    • Prosa fragmentada, con saltos abruptos entre lo lírico (“alas“) y lo vulgar (“masa para salchicha“). Refleja su mente caótica.
    • El alienígena habla como un científico cínico, pero su belleza mitiga la violencia de sus palabras. Es un dios griego: cruel y magnético.
    • El final es magistralmente ambiguo: ¿fue todo un sueño? ¿O el pulpo le dejó poderes psíquicos para manipular a Mathias? La aparición de Laura sugiere que el ciclo de secretos se repite.

Crítica implícita: Saori internaliza discursos misóginos (“para eso fuimos hechas“), pero los subvierte al apropiarse de su placer. El relato cuestiona si el deseo humano es más “alien” que los extraterrestres: Mathias la rechaza de día y la acepta borracho de noche; Thomas es cómplice y víctima; Laura, testigo incómodo de una verdad que rompe códigos sociales.

Reflexión final: El título podría ser “Ya no soy Saori: memorias de una incubadora con flequillo”. Hay ecos de Lolita (la niña que seduce y es seducida), Dorian Gray (el horror al reflejo) y Solaris (el alien como espejo de traumas). Pero aquí la protagonista no es víctima ni femme fatale: es una antiheroína que usa el sexo como arma de autodestrucción y empoderamiento, en un mundo donde el amor y la violación son dos caras de la misma moneda extraterrestre.

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